El nuevo largometraje de Disney se enfrenta a varias denuncias por haber sido rodado en una región de China en donde diferentes organizaciones de derechos humanos y gobiernos occidentales aseguran que se reprime a una minoría musulmana.

Mulán’ es una de las películas más esperadas del año, cuyo estreno estaba previsto inicialmente para marzo, pero se retrasó hasta ahora por culpa de la pandemia del Covid-19.

A pesar de que gran parte de los cines del mundo continúan cerrados por las medidas de aislamiento para contener la propagación del brote, los realizadores decidieron lanzar la película desde la primera semana de septiembre. Su apuesta fue la virtualidad.

«No fue una decisión fácil de tomar porque había muchos factores en juego aquí», dijo la directora financiera de The Walt Disney Company, Christine McCarthy, en una conferencia de inversores el miércoles 9 de septiembre, al referirse al ‘remake’ que costó más de 200 millones de dólares.

La compañía optó por vender la cinta a través de la plataforma de streaming Disney+. Adicionalmente, se lanzará en los cines de China desde el 11 de septiembre, donde esperan tener una acogida con la figura de Mulán, una guerrera de ese país que ha sido un clásico animado de Disney. Este es un mercado clave porque es el segundo más grande del mundo cinematográfico.

Pero contrario a las expectativas, ha habido un llamado de boicot en contra de la película. Grupos defensores de derechos humanos rechazan que la película agradezca públicamente a las autoridades del Partido Comunista Chino en Xinjiang en sus créditos finales.

La polémica es porque diferentes organismos internacionales y gobiernos de Occidente aseguran que las autoridades chinas violentan los derechos humanos de la minoría musulmana de los Uigur que habitan en la región. Estados Unidos, por ejemplo, sostiene que las élites chinas obligan a trabajar forzosamente a los miembros de esa comunidad, al punto que las autoridades estadounidenses bloquearían dos importaciones estratégicas que llegan a territorio norteamericano desde Xinjiang.

Otra de las denuncias es que los uigures están retenidos en campamentos de trabajo y son sometidos a esterilizaciones forzosas. China niega todas las acusaciones y asegura que los campos son centros voluntarios de entrenamiento para combatir el extremismo.

La polémica crece porque la propia protagonista de la película, la actriz chinoestadounidense Liu Yifei, respaldó a la Policía de Hong Kong durante la represión contra los manifestantes prodemocracia de este territorio autónomo de China.

Hong Kong ha estado en el centro de las tensiones diplomáticas de países como Reino Unido y EE. UU. con China desde que allí se implementó la ley de seguridad, que penaliza los llamados a la independencia hongkonesa y a la democracia.

“En las películas de Hollywood aseguran adoptar la justicia social. En realidad, se postran ante la china autocrática vergonzosamente”, sostuvo Nathan Law, activista prodemocracia de Hong Kong, una de las personas que está promoviendo el boicot en contra del clásico de Disney.