Fito Páez, a propósito del lanzamiento de su nuevo disco «La Conquista del Espacio».

Foto Alberto Micheli

El músico y compositor argentino, reflexionó sobre la importancia de las artes en momentos como el que vive la humanidad y comentó sobre sus proyectos personales.

Fito Páez es uno de los artistas más versátiles o «eclécticos», como él mismo se define, que han surgido de Argentina para convertirse en un reconocido exponente de la música latinoamericana.

Es autor, compositor, músico, arreglista y director de cine, facetas que ha experimentado en 30 años de carrera que inició en la década de 1980, como tecladista del músico Juan Carlos Baglietto, un trovador argentino que lo llevó a Buenos Aires como parte de una gira de presentaciones. Fue en esa ciudad que conoció a otros músicos que luego se convertirían en grandes figuras de la escena argentina y de América Latina.

Con una treintena de producciones discográficas, y más de 3 millones de discos vendidos, Fito Páez ahora reflexiona sobre su carrera, sus influencias y su visión de la vida en esta era de pandemia. EL músico compartió sus ideas con la Voz de América, a la vez que habló sobre su más reciente producción, «La conquista del espacio«, un disco de nueve canciones inéditas, de su inspiración, que fue grabado en Los Ángeles, California, y que refleja esa faceta experimental del artista.

VOA: Fito, eres un creador de ritmos y armonía, ¿Cómo podemos transferir esos principios a la humanidad?

Mira, recuerdo una experiencia de un gran músico argentino, él se llama Manolo Juárez, vive aún, es un gran maestro de música. Daba cursos de armonía en su casa, que tenía en un barrio en San Telmo, eran cursos avanzados para músicos eruditos.

Entonces él, sobre el final de año, en vez tomarle clases sobre música, sobre partituras o sobre temas teóricos o prácticos, con el piano delante, les daba una receta de cocina.

Así que él aprobaba a los alumnos si podían preparar la comida de la manera correcta, y él entendía, de manera muy graciosa y muy certera a la vez, que alguien que estudió música y armonía – porque la armonía es el estudio de la combinación en varias zonas teutónicas de la música – que si esa receta estaba bien hecha, habían aprendido sus lecciones musicales.

Me pareció una idea muy hermosa para poder contestarte esta pregunta en la cual los elementos que abordan la música, muchas veces, pueden ayudarte en la materia vital del día a día, y te enseñan la tolerancia que tienen que tener las cuerdas con los metales, y dónde tienen que entrar las voces para que no molesten a la mitad de los violines altos, por ejemplo, o cómo poder organizar una partitura en la cual todo vaya conviviendo con las dificultades del caso.

Así que creo que las personas tenemos mucho que aprender del lenguaje musical.

VOA: La creación musical del continente americano es impresionante y tú eres parte de esta historia. ¿Qué fuerzas poderosas han inspirado este gran legado?

¡Qué pregunta tan compleja de responder! No soy un musicólogo, no soy, no soy antropólogo musical. Simplemente he recogido parte de este tesoro, digamos, a través de la suerte que he tenido, porque mi padre me ha mostrado una cantidad de música diversa en mi infancia, y después en el aprendizaje de la música, y en contacto con músicos de aquí y allá.

He tenido la posibilidad de poder acercarme a partes del enorme continente americano que va desde Alaska a Ushuaia. Me da la sensación que gran parte de ese tesoro es desconocido.

En principio si bien se han generado estéticas extraordinarias en el siglo XX todavía hay partes de ese material que pueden servir, o fue hasta como novedad en el oído popular del siglo XXI.  Creo que allí se esconden sobre todo materias ligadas a la inventiva.

El siglo XX en el continente americano fue un siglo de grandes invenciones de género y de grandes híbridos. Podemos suponer el desarrollo de la cueca en Chile, de la invención de la samba y el bossa nova en Brasil, el bolero en México, el son y la trova cubana en Cuba, el tango en Argentina, el candombe en Uruguay, en fin, son infinidad los géneros, y después se han generado, a través del siglo, una suerte de cadenas genéticas musicales extraordinarias en la cual nos hemos entreverado todos, uno a uno hemos aprendido.