Por: Oscar Müller C.

Un grupo de soldados de artillería se encontraban en la parte alta de aquella loma, hacía el norte la vista abarcaba toda la ciudad de Chihuahua en el norte de México, varias casonas con huertas se veían hacia el sur y, aproximadamente a 300 metros hacia la izquierda, se alcanzaba a percibir el cementerio de “La Regla” que se había erigido a raíz de una fuerte pandemia de gripe a mediados del siglo XIX y 200 metros más abajo se veía el diverso cementerio que databa de la época de la colonia y en el cual fueron inhumados los cuerpos de Allende, Jiménez, Aldama y otros que se habían levantado contra el gobierno de la Corona Española en 1910.

El cañón apuntaba hacia aquella dirección y junto a los artilleros un hombre montaba un soberbio caballo al que su amo había nombrado “Siete leguas” el jinete era un hombre vestido con ropa militar color caqui y sombrero de ala ancha y plana con copa terminada en cuatro puntas, bajo el cual asomaba un rostro tostado por el sol y de amplio bigote; en su cintura lucía la canana con cartuchos cuyo latón brillaba al sol. Fue este quien dio la señal de fuego a los artilleros quienes dispararon al cañón cuyo proyectil cruzó el espacio sobre la población para ir a impactar un cerro que se encontraba más allá del río Chuvíscar.

Ante el ruido del disparo, el caballo apenas y corcoveo un poco y al mando de su jinete volvió a quedarse quieto mientras este decía: -por donde paso la bala se abrirá la avenida que se denominará independencia, en honor a nuestros héroes-

Si usted toma uno de los tours de la ciudad de Chihuahua, es muy posible que el guía le narre esta historia al pasar por el cruce de las avenidas 20 de noviembre e Independencia, pero la realidad sobre como se alineo dicha calle.

El había nacido en la ciudad de Chihuahua y era la tercera generación de una familia de inmigrantes alemanes que habían llegado a aquel territorio; había ido a hacer sus estudios de ingeniería y vuelto a su tierra natal con una hermosa mujer con quien había contraído matrimonio en Hamburgo y, en aquellos inicios de 1914 ya se encontraba instalado en su casa ubicada en la esquina de las calles Cuarta y Coronad donde también tenía su estudio lugar en el que se encontraba cuando su esposa, que se veía nerviosa, le avisó que unos hombres le buscaban en la puerta.

El ingeniero salió y se encontró con dos hombres altos, vestidos con ropa militar de la que brillaban los botones y adornos de latón, armados con revolver en la cintura, de inmediato los reconoció como parte de la escolta del General Francisco Villa, tropa de elite conocida como “Los Dorados”, quienes luego de identificarlo le informaron que el Referido General, en ese tiempo Gobernador del Estado, requería su presencia en palacio de gobierno.

Nuestro amigo que a pesar de medir más de 1,85 metros, se veía bajo comparado con los hombres que le escoltaron hasta las oficinas del gobernador, donde le recibió una persona con trato amable quien se identificó como el Licenciado Terrazas, secretario del gobernador.

Luego de una breve espera se le hizo pasar al despacho del General, quien le invitó a sentarse, la fama que aquel hombre había adquirido no era gratuita pues en aquellos tiempos en que México se desangraba en una lucha fratricida no había tiempo para contemplaciones y el militar tenía fama de mandar ejecutar a aquellos que le estrobasen. Por lo que el Ingeniero inició la conversación con un

-le agradezco su llamado General, pero no se de que le pueda servir, soy hombre de paz y no me meto en política-

El General Villa se río y le dijo – a usted lo busco como ingeniero que es pues necesito que proyecte la cuadricula de la ciudad, empezando por la Avenida Independencia-

Nuestro amigo se relajó y con gusto aceptó el encargo que se le dio y su primer trabajo fue precisamente ampliar y alinear aquella rúa de la ciudad tan solo en una distancia de aproximadamente 1200 metros, pues más allá de esta distancia existían mantos friáticos que pudieran verse afectados.

Se le dio nombramiento y sueldo por parte del gobierno de la ciudad y después de varios meses el General Villa le mandó llamar de nueva cuenta y le informó que dejaría el Gobierno del Estado y le pidió que parase las obras, hasta tener instrucciones de quien le sustituyera.

Esta historia me la contó el protagonista Ingeniero Enrique Müller, de quien tengo el gran honor de ser nieto, en una de tantas tardes que pase platicando con el en aquella oficina en donde se encontraba cuando le buscaron los “Dorados”. Que gratos ratos pasé platicando con él en ese lugar donde bebíamos cerveza en unos tarros de madera elaborados por el mismo en el torno que tenía en el taller de su casa; con cariño recuerdo cuando chocábamos el tarro y me decía con una sonrisa en su rostro prost.

Esos tiempos con mi abuelo fueron un gran privilegio que me brindó la vida y su presencia junto a la de mis padres son el sustento que ahora fortalece mi “orgullo de pertenencia”.