Aunuqe ya tenía una trayectoria de más de dos décadas como un reconocido cantante y compositor en el ámbito musical latino, la canción «Despacito» catapultó al puertorriqueño Luis Fonsi a la fama internacional.

YouTube reveló esta semana que el video musical, del fenómeno global, se convirtió en el más visto desde la creación de la plataforma digital con más de 6.5 mil millones de visitas hasta la fecha. El tema también hizo que el artista entrara en el libro de Récords Guinness.

El cantante, cuyo nombre de nacimiento es Luis Alfonso Rodríguez López-Cepero, está disfrutando esta etapa profesional en la que está recorriendo el mundo con la exitosa gira Vida World Tour, donde promueve su más reciente álbum del mismo nombre -y que está nominado para un Grammy- es uno de los coaches estrella de La Voz y está preparando su próximo disco.

Habló con el carismático y ocupadísimo Fonsi, quien compartió detalles de su vida, su familia, las causas que más le importan, su pasión por Puerto Rico y de ayudar en su reconstrucción después del Huracán María.

¿Dónde es tu hogar?

Mi hogar siempre será Puerto Rico. Aunque me fui a los 11 años porque a mi papá le surgió una oportunidad de trabajo en Estados Unidos, nosotros todos los veranos siempre regresábamos. Cuando empecé mi carrera regresé, me mudé a Puerto Rico. Ahora vivo en Miami, pero siempre voy a tener una casa en Puerto Rico, ahí es donde tengo familia, mi oficina y mi fundación.

Mi corazón nunca se ha ido de Puerto Rico y por eso siempre lo celebro tanto. Le doy tantas gracias, porque gracias a esa cultura, ese calor, ese ritmo es la razón de por qué estoy aquí.

¿Ahora que eres papá, cómo balanceas tu vida profesional y personal?

No es nada fácil. Yo amo lo que hago y no lo quiero cambiar. Le doy gracias a Dios todos los días. La única parte que todavía no he logrado acostumbrarme es estar lejos de mis seres queridos, mi esposa, mis hijos, padres, hermanos y amigos.

El balance es saber cuándo estar conectado y desconectado, decir ya necesito este momento para mí esta semana o después de una gira, y tomo unos días libres, aunque cueste más caro por la logística, pero no importa. Mi familia, mi salud, mi mente y mi espíritu tiene que estar sano.

Yo de por sí soy intenso. Soy un workaholic. Mi instinto es: ‘vamos, dale mucho más, dale’. La pelea, en realidad, es conmigo mismo porque a mí el espacio, mi oficina y todo el mundo me lo da. Especialmente ahora que estoy viviendo un momento bonito y positivo. Están surgiendo muchas oportunidades de cosas bonitas. Es muy fácil decir ‘vamos’, pero no hay nada como estar en casita.

Así que es balance, un equilibrio, es un juego que uno tiene que jugar todos los días. Hasta ahora me lo estoy gozando. Mis hijos ya están creciendo un poquito; ya entienden qué es lo que hago y entienden el sacrificio y entienden lo difícil que es para mí irme. La emoción que siento cuando llego, por lo menos la niña que tiene 7, el niño todavía está preocupado por sus carritos y su balón de soccer, pero es chévere, porque me dan energía positiva; me enfocan, hacen que vea la meta final más clara y eso es algo que antes no me preocupaba tanto. Era más como el día de hoy. Ahora es como más el mañana.