Las bibliotecas presidenciales ayudan a humanizar a los anteriores dirigentes de EE. UU.
Cada una de las bibliotecas y museos presidenciales de Estados Unidos ofrece un vistazo a la personalidad de un antiguo dirigente de Estados Unidos.
Es por ello que académicos y turistas acuden a estos lugares administrados por los Archivos Nacionales desde que la primera biblioteca presidencial en honor del presidente Franklin D. Roosevelt abriera en 1941.
Ubicados en los estados de origen de los ex presidentes, estos complejos rinden homenaje a los legados de los presidentes Herbert Hoover y George W. Bush (el complejo del presidente Barack Obama está en construcción en Chicago y el del presidente Donald Trump aún no está en marcha). Cada colección (en inglés) ofrece a los visitantes la oportunidad de comprender mejor los acontecimientos que dieron forma a Estados Unidos y al mundo.
Características populares
En la Biblioteca y Museo Presidencial John F. Kennedy de Boston, los visitantes descubren cómo Kennedy (1961-1963) se dirigía directamente al pueblo estadounidense a través de conferencias de prensa en directo y sin editar en la televisión, según comenta el director de la biblioteca, Alan Price.
“El público adoraba sus conferencias de prensa”, dijo Price, que solían celebrarse cada 16 días y tenían una media de 18 millones de espectadores. Los visitantes de la biblioteca pueden ver fragmentos de estos intercambios, en los que las ocurrencias de Kennedy animan sus bromas con los periodistas.
En Austin (Texas), la exposición más popular que conmemora al presidente Lyndon B. Johnson (1963-1969) es “sin duda nuestra recreación del Despacho Oval”, dijo el director Mark Lawrence. Los visitantes comentan el ambiente claramente sesentero del espacio: los anticuados teléfonos y televisores y los omnipresentes ceniceros.
Los visitantes pueden escuchar las grabaciones de las llamadas telefónicas de Johnson, que lo captan en momentos relativamente informales y despreocupados. Una conversación memorable, de principios de 1965, muestra a Johnson hablando con Martin Luther King Jr. sobre la estrategia que llevaría a la aprobación de la Ley de Derecho al Voto en marzo de aquél año.
Ojeadas a la autenticidad de estos hombres
La biblioteca del presidente Dwight D. Eisenhower (1953-1961) en Abilene (Kansas), presenta su nota “en caso de fracaso”, escrito cuando era comandante supremo de los Aliados en Europa durante la Segunda Guerra Mundial.
Escrito a mano por el entonces general Eisenhower en la víspera de la invasión de Normandía, el mensaje expresa su aceptación de responsabilidad en caso de que la invasión fracasara, indica la directora de la biblioteca, Dawn Hammatt. “Termina la nota afirmando: «Las tropas, la aviación y la Armada hicieron todo lo que la valentía y la devoción al deber podían hacer. Si hay alguna culpa o error en el intento, es sólo mía»”.
Y en la Biblioteca y Museo Presidencial Ronald Reagan, en Simi Valley (California), se exponen dos escritos que revelan la “esencia” de Reagan (1981-1989), según su director, Duke Blackwood.
Uno de ellos es la anotación de Reagan en su diario sobre la supervivencia a un intento de asesinato, (“recibir un disparo duele” observó apesadumbrado). Aunque admite que inicialmente “sintió odio por el joven confundido” que le disparó, Reagan recuerda un pasaje bíblico sobre las ovejas perdidas y perdona a su agresor.
El otro documento es la carta manuscrita de Reagan al pueblo estadounidense en la que anunciaba que padecía la enfermedad de Alzheimer, diagnosticada cuatro años después de dejar el cargo. La carta dio a conocer esta enfermedad debilitante, dijo Blackwood, y mostró la determinación de Reagan de afrontarla con gracia.