La escritora chilena conversó con la VOA a propósito del «Premio Liber 2020» del Gremio de Editores de España, que recibirá el 27 de octubre. Nos habló sobre la pandemia, el papel de la mujer, su fundación y su vida.

Isabel Allende ha dedicado su vida a la escritura y a la filantropía, sus libros se han leído en 42 idiomas y el próximo 27 de octubre la Federación de Gremios de Editores de España le entregará el “Premio Liber 2020”.

En una entrevista con Alonso Castillo, de la Voz de América, la escritora habla sobre la pandemia, el papel de la mujer en la sociedad, su fundación y sobre su vida.

VOA: Tus libros siempre han estado liderados por mujeres que superan obstáculos y que, ante todas las vicisitudes, siguen adelante con tenacidad, con fuerza, con inteligencia, pero sobre todo con optimismo. ¿Qué tan importante es esa actitud ante los descalabros que nos enfrentamos todos a lo largo de la vida?

Isabel Allende: A mí me ha servido mucho. A mí me ha pasado de todo, me han pasado cosas muy buenas y me han pasado cosas pésimas, y he pasado por momentos de tristeza, pero nunca he estado deprimida. La depresión paraliza, la depresión te hace verlo todo negro y te paraliza. No puedes hacer nada porque te sientes impotente. Nunca me he sentido así. Me he sentido temporalmente en el suelo, pero sabiendo siempre en algún rincón de la conciencia que es temporal. Mi mamá decía todo pasa y todo pasa en dos años. Este ha sido un año pésimo, pero hay otra cosa que está por debajo y yo creo que, cuando hay una crisis como la que estamos viviendo, es un momento de peligro, pero también de oportunidad. Entonces, tenemos la oportunidad de que cuando esto pase, cuando se calmen las aguas, encontremos una nueva normalidad, mucho mejor que la anterior.

La fundación que lleva tu nombre protege y promueve los derechos de los niños inmigrantes y de las mujeres, y si uno, Isabel, analiza todas las tradiciones espirituales, apuntan a lo mismo: el desprendimiento del yo para ayudar de una manera mucho más comprometida a los demás. ¿De qué manera ha forjado tu personalidad al observar de cerca los cambios que se pueden lograr con la generosidad?

Es una fundación familiar que se alimenta con lo que yo gano. La fundación lleva muchos años funcionando y seguirá funcionando unos 10 años después que me muera. Muchas veces, yo le digo a mi nuera, que es la que maneja la fundación. ‘Qué cosa, Lory. Tantas necesidades y nosotros sólo podemos aportar una gota’ de agua en un desierto de necesidades’, y ella me recuerda: ‘Peor es no hacer nada’. El poder hacer eso y ayudar a una persona te da una sensación de propósito. Mira, yo tengo 78 años y dicen cómo se envejece sin perder la vitalidad y yo creo que lo importante es tener un propósito. Es decir, que yo estoy comprometida con esto y vamos a sacarlo adelante como sea y empujar. Estoy comprometida con la escritura y con la fundación, y eso me da un propósito.

Hoy en día eres un modelo para nuevos escritores. Fuiste una pionera en la literatura en medio de un parteaguas en donde por siglos las mujeres, desde Sor Juana Inés de la Cruz a cualquier mujer talentosa, las ignoraban, las obligaban a guardar silencio. ¿Cómo podemos construir una sociedad mucho más incluyente, donde la equidad de género no sea la excepción sino la norma?

Se está logrando de a poco porque esto es una. Se necesita un número crítico y para alcanzar ese número crítico toma tiempo, pero ahora el tiempo corre más rápido porque somos muchas más. Hay más comunicación, más educación, más información. Las mujeres están más conectadas.

Entonces, por un tiempo, yo tuve el miedo de que el feminismo y el movimiento liberación femenina, los avances de los derechos de la mujer, estuvieran paralizados, que no fueran para algún lado; incluso, en algunas partes retrocedían, pero luego he visto esta nueva ola de muchachas jóvenes como el Me Too,  y con tantos otros movimientos similares que están dándole un nuevo vigor al pensamiento feminista. ¿Y en qué consiste el pensamiento feminista? En eliminar el patriarcado y reemplazarlo por una gerencia del mundo en que hombres y mujeres tengamos igual participación. De eso se trata. No se trata de reemplazar el patriarcado por un matriarcado. Si no repartirnos la gerencia y los valores femenino tengan el mismo peso que los masculinos.

Porque mira tú… por falta de esos valores femeninos de la compasión, de la salvación, de estar presentes emocionalmente, el mundo está dividido, partido, víctima de una violencia institucionalizada que es la violencia de la desigualdad Por ahí empieza todo, por la desigualdad y la discriminación. Ahí viene el racismo, el sistema de clases, el abuso del poder.

La Federación de Gremios de Editores de España recientemente te otorgó el Premio Liber 2020 como la autora hispanoamericana más destacada. Este galardón se suma a los innumerables reconocimientos que tienes. ¿En algún momento visualizaste, cuando escribiste tu primera novela en el exilio y, según leí, sin dinero para hacer las fotocopias del manuscrito, que te convertirías en la líder de un movimiento? ¿Destino, voluntad, suerte?

No fue voluntad. Eso te lo aseguró, Alonso, porque no podía saber lo que venía. No sabía ni siquiera lo que estaba escribiendo y me cayó del cielo la suerte que ‘La casa de los espíritus’ fuera un libro que tuvo tanto éxito. Y eso le pavimentó el camino a mis otros libros y lo que no he abandonado nunca, la disciplina para seguir escribiendo. Pero lo demás se fue dando y yo creo que nadie lo puede programar, nadie lo puede pensar. Muchas veces, me han dicho: ‘Bueno, es que tú tenías tan buenos editores, tenías tan buena gente’, además me dicen por tu nombre, por Allende, pero eso tiene un cierto margen y el resto lo tienes que hacer con esfuerzo y con trabajo, disciplina.

En tu último libro ‘Largo pétalo de mar’, conocemos esta increíble hazaña de Pablo Neruda de salvar a dos mil refugiados. Tú, como inmigrante que estuvo exiliada, ¿qué tan importante es la inclusión y la oportunidad?

Chile, en 1939, recibió 2.200 refugiados que escapaban de la guerra civil en España. Cuando llegó el barco al puerto, atracó el día en que estalló la Segunda Guerra Mundial en Europa, el mismo día. Y estos refugiados que venían escapando de una situación espantosa, llegan a un país desconocido en el fin del mundo, ni siquiera lo podían ubicar en el mapa y, cuando atraca el barco, hay una multitud con banderas, con canciones, con comida, esperándolo con las canciones de ellos, las canciones de la revolución en España, las canciones republicanas, y los reciben y de ahí del puerto los llevan a Santiago, y el tren se va despacito porque en cada aldea había gente esperándolo para acercarse a saludarlos. Entonces, inmediatamente tuvieron trabajo, familia, casa, amigos.

Lo mismo pasó en México. México recibió innumerables refugiados españoles y eran una clase media educada. Eran profesionales y eran artistas intelectuales, filósofos, esa gente que logró salir. Los otros se quedaron atascados en Europa y murieron en los campos de concentración, en la guerra. Nuestros países se beneficiaron de esta gente que llegó y porque los incorporamos inmediatamente. Ellos aportaron todo lo que ellos eran todo su saber lo entregaron al país. Como sucede siempre con los inmigrantes cuando se les da la oportunidad.

¿De qué manera te marcó ser familiar de Salvador Allende?

Bueno, me permitió ver el proceso de lo que pasó en Chile de cerca. Salvador Allende que era un miembro del clan, digamos, y muy amigo de mi padrastro. Esa fue la única ventaja, y la desventaja fue que, por supuesto, toda la familia Allende tuvo que salir de Chile, porque México mandó un avión para rescatarlos.

Al día siguiente del golpe, yo me quedé, pero por el hecho de llamarme Allende, me echaron de todas partes, qué sé yo. Pero no fue hasta más tarde que sentí que estaba en peligro y eso fue no por llamarme Allende, sino porque estaba ayudando a algunas personas que estaban, que eran víctimas de la represión, pero eso lo hizo mucha gente y mucha gente en mi posición tuvo que irse igual con otros apellidos.

Hasta cierto punto, uno nace con ciertas cartas. Tú puedes jugar tu juego muy bien o muy mal, pero esas cartas son dadas, tu raza, tu género, tu edad, tu salud. Tu nacionalidad, en el momento en que naces también, porque también depende de la época. Entonces, todo eso nos predetermina en cierta forma y el resto de nosotros jugamos, como podemos, el juego.