La mítica ciudad de París comenzó esta semana a mostrar su rostro de siempre, con la reapertura de cines, teatros, museos y tiendas que habían cerrado hace casi siete meses para frenar la pandemia.

Medios extranjeros mostraron que al menos un centenar de personas hacía fila en la mañana del miércoles a las puertas del Museo del Louvre, el principal museo de Francia.

No obstante, los visitantes deben usar máscaras y mantener el distanciamiento social.  Una de las principales atracciones es la exposición “El cuerpo y el alma, de Donatello a Miguel Ángel”, una muestra que se prolongó hasta finales de junio.

El Louvre, como la mayoría de los museos del mundo, ha vivido momentos difíciles con el cierre. Este museo, por ejemplo, pasó de recibir unos 10 millones de visitantes anuales en los últimos años, a no abrir apenas sus puertas. Desde que comenzó la pandemia, en marzo de 2020, estuvo abierto solo cuatro meses.

Los parisinos están agotados del toque de queda

La agencia de noticias Reuters reportó que multitudes de parisinos rechazaron las reglas del toque de queda el miércoles. Muchos permanecieron reunidos en las mesas al aire libre de restaurantes y bares mientras las relajadas restricciones del COVID-19 permitían la reapertura de las terrazas.

Imágenes y videos mostraron a parisinos bebiendo vino y cerveza en las mesas al aire libre pasadas las 9 de la noche, hora del toque de queda mientras la policía patrullaba el miércoles, y un puñado paseaba por las orillas del río Sena más tarde en la noche.

La pandemia ha forzado el cierre de establecimientos de hostelería en todo el mundo, pero en Francia, la nación que inventó la alta cocina, el cierre se sintió con especial intensidad.

Los franceses pasan más tiempo comiendo o bebiendo que los ciudadanos de cualquier otra nación desarrollada, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, y salir a comer se considera parte del tejido social.