Será la primera vez en más de 100 años que la ciudad brasileña no celebra sus tradicionales desfiles y fiestas, que durante el 2019 contaron con 2,1 millones de visitantes. Es otro golpe para el turismo de Río, en donde tampoco habrá fiesta de fin de año en Copacabana.

Brasil reportó el 26 de febrero de este año su primer caso del nuevo coronavirus. El Carnaval de Río había terminado justo un día antes, como una suerte de licencia dada por la pandemia y también como una amenaza latente que desde entonces iba a estar presente sobre la cita del 2021.

Ahora, Río de Janeiro lamenta que por primera vez desde 1912 no podrá bailar al ritmo del Carnaval. Primero fueron las escuelas de samba, las que el jueves 24 de septiembre anunciaron que dados los riesgos del Covid-19, suspendían los desfiles del año próximo, previstos para febrero.

Este viernes la mala noticia la dieron los ‘blocos’, las fiestas callejeras que acompañan las paradas. “No podemos ser irresponsables y llevar multitudes a las calles”, dice Rita Fernandes, presidenta de Os Blocos da Sebastiana, que reúnen a un millón y medio de personas en sus celebraciones.

“En virtud de toda esta inseguridad, de esa inestabilidad con relación a la ciencia y de no saber si en febrero vamos a tener o no una vacuna, llegamos a la conclusión de que el proceso tiene que ser aplazado”, explica Jorge Castanheira, presidente de Liesa, la Liga Independiente de las Escuelas de Samba, encargadas de dar el anuncio sobre los desfiles y su tradicional Sambódromo.

Otro golpe económico para Río de Janeiro

En un país en donde el sector de los servicios contribuye el 70 % de su actividad económica, la suspensión del carnaval supone dejar de generar 725 millones de dólares, de acuerdo con cifras de Riotur, la agencia promotora de turismo de la ciudad.

Otro revés para la urbe fue el anuncio en julio de Riotur de suspender la tradicional fiesta de año nuevo en la playa de Copabacana. Esta última cita es, junto con el Carnaval, uno de los principales ingresos de la ciudad.

Pero quizás es más notorio el impacto del Carnaval por todo el dinero este mueve. “Vivimos del Carnaval todo el año”, cuenta Diogo Jesús, bailarín líder de la escuela Mocidade. Sin eventos privados a los que acudir, Diogo

paga sus cuentas ahora trabajando como conductor de Uber y vendiendo tapabocas.

Sin Carnaval, pero con aficionados en las canchas de fútbol

Aunque Brasil es el segundo país con más fallecidos del mundo a causa de la pandemia al contabilizar más de 139.000 y pese a que estados como Amazonas han tenido que frenar su reapertura por el auge de los casos, el Gobierno de Jair Bolsonaro aprobó esta semana el regreso de los aficionados a los campos de fútbol.

Es una medida que cuenta con un límite del 30 % de aforo en los estadios, algo que en el mítico Maracaná supone un ingreso de unos 25.000 hinchas. Ya algunas ciudades como Belo Horizonte anunciaron su rechazo a esta medida.

Es una situación que recuerda la polémica que se vivió en el país cuando volvió el fútbol a la nación y precisamente en Río de Janeiro. El partido entre el Flamengo y el Bangu supuso el 18 de junio la vuelta del balompié en América del Sur, con el rechazo de otros clubes como Fluminense y Botafogo.

Ese encuentro se jugó en el Maracaná, a unos cuantos metros de un hospital improvisado para pacientes de Covid-19.