El carro compacto, color claro, circula normalmente por su carril cuando un vehículo grande lo rebasa por la derecha y le cierra el camino, al tiempo que una Pickup le tapa la salida por detrás. Un sujeto armado baja del primer vehículo y apunta al chofer del compacto, al mismo tiempo que le dice algo; el guiador y una mujer con un niño en los brazos, abandonan rápidamente el vehículo y se alejan con prisa del lugar, mientras otro individuo, que sale del vehículo que esta atrás, dialoga levemente con el primero, arrojan algo dentro del coche familiar y, en un instante, estalla en llamas, mientras los perpetradores de este infame hecho se alejan.

Pienso en el sufrimiento de esa joven familia al ver destrozada esa parte de su patrimonio en forma impune y sin que exista la posibilidad que la fuerza del Estado les proteja. La reflexión nos debe llegar a la gran mayoría de los mexicanos, que durante una vida de esfuerzo vamos creando un pequeño patrimonio que nos permita salir adelante con nuestros hijos y en la vejez. Ese pequeño patrimonio suele ser una casa familiar y un automóvil para traslado, y los obtenemos después de años de ahorro o pagos a financiamiento y el ver que, a alguien, como tú o yo, le destruyan su patrimonio en un santiamén, es algo que nos debe llegar a una gran mayoría de los mexicanos, salvo algunos resentidos que muy posiblemente pensarán que se lo merecen por aspirar a tener una vida mejor. Ya se ha de imaginar mi estimado lector a quienes me refiero.

La descrita es una de las múltiples escenas que se han presentado desde hace cuatro días en México. En diversas partes del territorio, la mayoría de ellas gobernadas por opositores al presidente López Obrador. Se han incendiado vehículos y tiendas y asesinado a personas inocentes, como los cuatro empleados de una estación de radio en Ciudad Juárez, en la frontera con Texas.

Las explicaciones son muchas: que no pagaban extorsión a los criminales o una venganza por un motín en la prisión o que son represalias porque apresaron a un líder criminal, etc.

Pero el hecho es que en estos días el crimen organizado ha dado en México una exhibición de fuerza que amedrenta a los ciudadanos y se convierte en una burla a las autoridades encargadas de hacer cumplir el orden, en una evidente intención de crear temor en la población y debilitar la imagen de las instituciones de seguridad y no puede decirse que estos hechos, suscitados en un intervalo temporal que se puede contar en horas, son casualidad, pues es indudable que hubo alguien atrás de la coordinación de esos ataques contra los mexicanos comunes y esforzados.

Si la violencia hacia la población civil tiene como objetivo crear miedo y desprestigio de las instituciones, eso tiene un solo nombre: TERRORISMO y da el motivo para limitar los derechos que las personas tenemos en protección de nuestra libertad, así se establece en la constitución mexicana que menciona como causas de esa limitación: la invasión, perturbación grave de la paz pública, o de cualquier otro que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto.

Así que en México los ciudadanos estamos entre dos fuegos: los criminales que hacen y deshacen sin que exista una fuerza del orden que les ponga un alto y un presidente con visos de dictatorial que pretende controlar al congreso, al poder judicial, a la instituciones gubernamentales y civiles, así como a los periodistas y está utilizando a las fuerzas armadas para todo lo que se le sale de control y que ahora tiene la causa para limitar nuestras libertades a su conveniencia e imponer toques de queda, llevar adelante su contradictorio deseo de militarizar las instituciones civiles incluyendo la policía y perseguir a quien le estorbe o critique.

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