Una melodía de un mariachi, que entra por la ventana, interrumpe una jornada laboral, a media mañana. A veces, se escuchan, mientras se disfruta el almuerzo. O en la tarde, en plena reunión virtual del trabajo.

Al principio, es una situación sorpresiva.  ¿Será una serenata? Es el primer pensamiento que viene a la cabeza. Sin embargo, es una escena que, en medio de la cuarentena, se ha hecho cada vez más común en las calles de Bogotá y sus poblaciones aledañas. La razón: este gremio se ha quedado sin trabajo y cantar en diferentes sectores de la ciudad para recoger dinero es su única opción.

Al saltar a la calle o asomarse por la ventana, por curiosidad, el cuadro es aún más divertido. La gente baila en los balcones -incluso en pijama-, tira billetes a las calles, pasa alguna donación en medio de las rejas o los carros paran en plena avenida para admirar el cuadro y aportar a los artistas. Incluso, hay vecinos que arman su propia fiesta, al son de clásicos como ‘Mujeres divinas’, ‘Mátalas’, ‘Entre el amor y yo’, ‘El aventurero’.

Para Néstor Julio, un músico que lleva 20 años interpretando este género y música popular, es una escena conmovedora, pero también difícil. Tras cinco años de trabajar continuamente en eventos, fiestas privadas, ferias en pueblos, debieron renunciar a su labor, ya que la pandemia ha impedido las aglomeraciones para evitar el contagio de la COVID-19.

Razón que los llevó a reinventarse y salir a compartir su arte en las calles. Se trata de “venir a entregarles a la gente nuestra música y pues, a cambio, esperamos de ellos una ofrenda de amor, una bendición que en el momento nos sirve para llevar un sustento a nuestras casas”,  contó.

En el caso de Néstor Julio, debe ayudar a su esposa y tres hijos, uno de ellos con tan solo ocho días de nacido.

De miércoles a domingo, él y cuatro integrantes más de la agrupación se organizan para trabajar durante todo el día, generalmente en una jornada de alrededor de ocho horas. En promedio, logran ganar entre 50.000 pesos (casi 15 dólares) y 80.000 pesos (un poco más de 20 dólares) diarios, dijo sobre un esfuerzo que catalogó de «incierto».

«A veces nos va muy bien, a veces es más bajito el promedio de lo que uno se gana”, explicó.

Momentos de alegría, llanto y solidaridad

El objetivo, en principio, es despertar la solidaridad de las personas que escuchan el mariachi. Sin embargo, la sensación y el sentimiento que despiertan en su público callejero ha ido más allá.

“La gente llora, la gente grita, la gente baila porque, como te decía, nosotros venimos a traer felicidad y pues la gente no espera que de pronto pues puedan escuchar una canción, puedan obtener una serenata más cómodamente, de este modo que lo estamos haciendo nosotros”, dice Néstor.

Es más, para algunos se pueden convertir en una compañía. Ese es el caso de Nora Rodríguez, una adulta mayor que vive sola en su casa y quien le contó a la VOA que le encantan los mariachis. Confiesa que esta visita es “una alegría muy chévere».

«Estaba uno confinado allá y de pronto siente la música, eso lo estremece a uno y sale a compartir. Además, que les está colaborando a ellos. A mí me parece una cosa muy muy significativa. Yo por ejemplo vivo solita y cuando veo un alboroto de estos… ¿Paticas para qué te tengo?”, narra.

Al escucharlos, Nora salió a bailar y a cantar, en frente de su casa, en compañía de sus vecinos. Como Felipe Medina, quien vive con su animada familia en el municipio de Chía, y dice que estas “son pequeñas sorpresas que le demuestran a uno esas ganas de ‘echar pa’ lante’ del colombiano que se contagian, que esa calidad se le contagia a uno y yo creo que por eso podemos ver a toda la gente afuera”.

El joven también le dijo a VOA Noticias que el COVID- 19 “nos está arrebatando a todos muchas cosas y ellos son población que queda muy vulnerable”. Entonces, se refirió a la importancia de ayudarles en este crítico momento: “Esta es una lucha que tenemos que dar juntos y no solo es quedándonos en las casas, sino que las personas que sí tienen que arriesgarse a salir, puedan ver esa compatibilidad, esa solidaridad a través de nosotros,  ayudándoles a que puedan llevar un ingreso a sus casas”.

Para otras familias, como la de Carlos Orjuela su esposa y su hija es una visita especial, puesto que ellos han respetado la cuarentena que inició en Colombia, desde el 25 de marzo: “Escuchar los mariachis, para nosotros, es como volver a estar en sintonía con la sociedad. Siempre hemos estado aquí metidos (…) y nos concentramos solo en unirnos, pero esto de volvernos a ver con los vecinos, escuchar música y ver cómo se ponen contentos con esto nos arruga el alma”.

Paola Rojas, por su parte, opina que ellos son los que más han sufrido en este momento por la crisis. Aunque pensó que era una serenata cualquiera, se acerco a la entrada de la residencia donde vive para apoyarlos: “Me parece muy bonito el gesto de querer trabajar y nosotros en colaborar. La verdad, creo que todos necesitan en este momento colaboración”, comentó a VOA Noticias.

La única posibilidad

Como Néstor Julio y su mariachi, otras agrupaciones también han saltado a las calles para hacer el mismo trabajo. “Cada uno va a un sector distinto y hace como su propio planeamiento, su propia estrategia comercial para para poder trabajar”, cuenta Néstor.