Menos mal que ya se acaba, debe de pensar Charlene de Mónaco sobre este 2019 que para ella ha sido totalmente infausto y, con toda probabilidad, uno de los peores años de su vida, a tenor de sus últimas declaraciones.

Ya se venía barruntando su tristeza dado que en las últimas imágenes en las que salía jamás aparecía sonriendo, sin mostrarse contenta en su papel de princesa  y su rostro denotaba que no le hacía ninguna ilusión estar cumpliendo con el protocolo y con los actos públicos que se le presuponen a su cargo. Ahora ya sabemos por qué.

Charlene ha hablado en exclusiva para la revista sudafricana Huisgenoot, en cuyo número de diciembre ofrece una pormenorizada entrevista del año que termina y una sesión fotográfica en la que posa junto a sus hijos, el príncipe Jacques y la princesa Gabriella, en una estampa familiar dentro del Palacio del Principado de Mónaco.

Las penurias y malos tragos para Charlene han sido continuados. Y es que tuvo que afrontar la muerte de dos de sus amistades más íntimas en un muy corto espacio de tiempo.

«Ambos fallecieron con apenas 10 días de diferencia. Fue realmente doloroso», asegura, al mismo tiempo que recuerda que por las siguientes fechas tuvo el alma en vilo por la operación de su padre, Michael Wittstock, cuyo estado de salud había empeorado.

«En conclusión, este año me ha dado un golpe bajo. La gente siempre se apresta a decir: ‘Oh, ¿por qué no sonreirá al ver las cámaras?’. A veces es muy difícil sonreír. No saben lo que ocurre en la intimidad», se apresura a responder.

En estos malos momentos, además, se le ha hecho muy cuesta arriba estar lejos de su familia y de los suyos, a quienes continuamente echa de menos. «Tengo el privilegio de esta vida, pero extraño a mi familia y amigos de Sudáfrica», no tiene reparos en admitir, «me resulta difícil sobrellevar la distancia porque no siempre que quiero puedo estar allí con ellos».